8 de marzo de 2007

Ni Patriarcado, Ni Matriarcado,

Vida Digna Para Tod@s

Por Isis Valencia.

En esta nueva conmemoración del Día Internacional de la Mujer, fecha que se instaura en nuestra historia como producto de la lucha sistemática de miles y milede mujeres en el mundo que aunque anónima y silenciada por siglos, se visibiliza inevitablemente gracias a la lucha organizada y decidida que el movimiento de mujeres – fundamentalmente occidental – emprende desde el siglo XIX en adelante. En efecto, es en 1848 en Seneca Falls, New York que se lleva a cabo la Primera Convención de los Derechos de las Mujeres, oportunidad en la que se congregaron fundamentalmente mujeres pertenecientes a grupos anti-esclavitud. Dicho evento guarda particular relevancia, pues éste no sólo marca el comienzo de un movimiento organizado de mujeres, sino también es aquí que se esbozan las primeras banderas de lucha femenina en contra de la exclusión civil, legal y social a la que durante siglos habían sido condenadas, construyendo de este modo un pliego reivindicativo que exigía desde el derecho de las mujeres a la educación, a hablar en público y organizarse, libertad para disponer de sus propiedades, hasta el derecho a sufragio. Es así como empieza la lucha organizada de un segmento de la población femenina sin ninguna, o en muy pocas excepciones, implicancia en los procesos productivos, es decir, las mujeres pertenecientes a la clase dominante. Sin embargo, hitos como la toma de la Comuna de París, la Revolución Rusa y un capitalismo industrial ascendente que requería (y requiere) esclavizar productivamente a toda la humanidad a su vorágine destructiva agudizaba irremediablemente los conflictos existentes entre las dos irreconciliables clases formadas desde la creación de la propiedad privada, el estado y la familia, esto es, explotadores y explotados; visibilizando y separando la lucha de las mujeres trabajadoras, de la lucha de las mujeres burguesas. De hecho, mientras las obreras comenzaban a organizarse y unirse en la lucha sindical obrera tanto por sus derechos políticos como mujer como por sus derechos como trabajadoras y madres, las mujeres burguesas continuaban luchando en palabras de Alejandra Kollontai por “conseguir las mismas ventajas, el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora sus maridos, padres y hermanos”, (…) “A la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer”. En este sentido, y a un año de gobierno de quien se erige como la primera presidenta de nuestra historia republicana, es necesario no sólo hacer algunas precisiones en torno a las expectativas que miles y miles mujeres quienes, ya sea por ingenuidad o fanatismo sexista depositaron su voto y confianza en Michelle Bachelet (la mujer-madre) y las verdaderas posibilidades que tenemos durante su gobierno de acabar con la súper-explotación y precariedad laboral que hoy, más que antes, nos mantiene al filo de la sobre-vivencia.
Si consideramos que el patriarcado, se define tanto por quienes (hombres) ejercen el poder en las relaciones sociales, como por las características que se ejercen en dichas relaciones (siempre jerárquicas y autoritarias); aspirar a la construcción de un matriarcado como la solución a nuestra opresión y subordinación debido a que cada vez son más las mujeres que están en posiciones de poder, no sólo sería cambiarle el género al sistema de relaciones sociales, sino también un grave error, pues el matriarcado como el gobierno de la madre, es decir de las mujeres, seguiría manteniendo las mismas características en las relaciones sociales, esto es, jerarquía y opresión, ya que ambos sistemas de relaciones sociales, históricas y culturales dependen y están en función del sistema económico imperante, el capitalismo. Desde esta perspectiva, también sería un error el aspirar a una sociedad igualitaria donde hombres como mujeres tengan los mismos derechos sin derrocar el sistema de relaciones económicas. En otras palabras, obviar que el patriarcado como sistema de relaciones sociales basadas, legitimadas y perpetuadas por las relaciones opresivas impuestas por el sistema capitalista, es desconocer que todos los tipos de opresión y discriminación existentes, sean éstas, de género, edad, raza, etnia, orientación sexual u otras tienen su raíz en la opresión de clase. Al plantear esto, espero no ser juzgada como reduccionista o economicista, pero creo que entrar en los diversos debates que las distintas perspectivas de género han planteado -aun cuando muchos de ellos nos ayuden a entender el complejo fenómeno de la subordinación de las mujeres desde la subjetividad y los diversos mecanismos simbólicos de dominación utilizados para construirla- no sólo sería encapsular nuestro tema en discusiones cíclicas a veces metafísicas, sino que además sería encubrir o bien difuminar el verdadero rol que juega la clase social en nuestra opresión y subordinación fortaleciendo de este modo el establishment. En efecto, reconozco la relación dialéctica que existe entre el género como categoría de análisis de las relaciones socio-culturales e históricas que se dan entre los sexos y el enfoque materialista, pero creo que la mejor opción, o al menos la mía, es ver de qué forma ambos enfoques pueden ser complementados a fin de generar avances en el conocimiento teórico y la realidad material.

Es en este sentido, que creo de vital importancia el contribuir a derribar ciertos mitos simplones existentes en el imaginario femenino, ya sea por la vía de aclaraciones conceptuales o bien por el des-cubrimiento de lo que muchos de estos conceptos encubren, pues es así que podemos entender como algunos de ellos tales como: el de “solidaridad de género”, “igualdad entre mujeres” o inclusive el concepto de la diferencia que se da al interior del género, pueden llevar a generar la confusión política e ideológica que invade el “common sense” (sentido común) de muchas mujeres chilenas. De hecho, no creo que exista mujer chilena alguna que ante la agudización de la debacle social en que la Concertación y sus socios de la Alianza por Chile nos tienen sumidos por años, en alguna oportunidad no haya escuchado de labios de otra mujer: ¡que rabia! ¡estoy segura que le hacen esto a Bachelet sólo porque es mujer! He ahí la compasión, la “solidaridad de género”, la que impide ver que Bachelet, al igual que Condolessa Rice en Estados Unidos, no hacen más que representar y defender los intereses de la clase social a la que pertenecen, lo que en suma no significa más que mantener incólume un sistema capitalista y neoliberal que ha tenido sometida durante décadas a la clase trabajadora, a condiciones laborales propias de la esclavitud, sobreviviendo y totalmente expropiados del derecho que todo ser humano tiene de vivir una vida digna. De otro modo, cómo se explica que Bachelet “la mujer presidente” no se pronuncie sobre la posibilidad siquiera de derogar la constitución ilegítima del 80, llamando a una Asamblea Constituyente, para que sea el pueblo quien democráticamente exprese su voluntad en una Nueva Constitución y de este modo haga lo que cualquier demócrata (o peor aún “socialista”) que se precie de tal haría. Tampoco se puede explicar que la doña como Ministra de Defensa de Lagos (quien asegura ser: “su padre”…) haya sido una de las ministras que más gastó fondos fiscales, que nos pertenecen a tod@s los habitantes de este país y que bien debieran invertirse en nuestra prácticamente privatizada educación, en armamento bélico; o peor aún, que haya enviado en conjunto con los “defensores mundiales de la paz y la democracia”, Estados Unidos, “tropas de paz” a Haití. De este modo, también es inexplicable bajo el concepto de solidaridad de género o igualdad entre mujeres que la Presidenta, aquella que es madre, en vez de prolongar el tiempo de post-natal que toda madre bien sabe lo doloroso que es separarse de sus hijos, con mayor razón a tan temprana edad, defienda la promulgación de leyes que pretenden flexibilizar el pre-natal, con todos los riesgos que esto puede conllevar, a fin de que las mujeres produzcan hasta cuando puedan para así tener más tiempo para estar con sus hijos durante el post-natal. Ciertamente, innumerables son la razones que explican lo que acá he planteado, es decir, que ser mujer no significa que todas somos iguales, pues nuestras diferencias radican en la clase social a la que pertenecemos y en consecuencia, nuestra lucha estará orientada en función de la conservación y aumento de los privilegios que ésta nos otorgue, o bien como es el caso de la mayoría de las mujeres trabajadoras chilenas nuestra lucha estará dirigida por todos aquellos derechos de los que hemos sido despojadas como mujeres y como trabajadoras.
Finalmente, que en este 08 de marzo y en todos los días del año, el homenaje vaya a todas esas luchadoras sociales reconocidas y anónimas que a lo largo de nuestra historia tomaron como opción de vida la lucha por sus derechos como mujeres y como trabajadoras, quienes concientes de que no encontrarían solución a las condiciones de explotación creadas por el capitalismo por sí solas, decidieron unirse a sus compañeros en la lucha por la emancipación de su clase, la lucha por el socialismo, pues será solo entonces que Una Vida Digna para Tod@s podrá ser realidad. Mujeres: el llamado sigue siendo el mismo:

¡A unirnos y organizarnos!

¡A no olvidar, que el poder de nuestra clase reside
en nuestra organización!

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